Why Older Adults with Anxiety Often Struggle to Get Help

Published on March 10, 2023

Anxiety is a common psychological disorder that affects adults in the US. For older adults, it can lead to distress, health problems, decreased quality of life, and high disability rates. However, when the US Preventive Services Task Force suggested conducting anxiety tests for adults, they excluded those over 65. They argued that current tests may not be reliable for older adults without obvious symptoms of medical or psychological disorders. Some experts disagree with this stance, as anxiety is known to be prevalent among older adults and effective treatments exist. Only about a third of older adults with generalized anxiety disorder receive treatment, despite its association with serious health conditions. Identifying anxiety in older adults is challenging due to their tendency to downplay symptoms and the overlap with physical complaints. Simple questions can help determine if an older adult needs an anxiety evaluation. Treatment options for anxiety include psychotherapy and relaxation techniques, and medications should be used with caution due to potential risks like addiction and cognitive impairment.

La ansiedad es el trastorno psicológico más común que afecta a los adultos en Estados Unidos. En las personas mayores, se asocia a una angustia considerable y a problemas de salud, disminución de la calidad de vida y elevadas tasas de discapacidad.

Sin embargo, cuando el U.S. Preventive Services Task Force, un influyente panel de expertos independiente, sugirió el año pasado que se realizarán pruebas de ansiedad a los adultos, dejó fuera a un grupo: las personas mayores de 65 años.

La razón principal que citó el grupo de trabajo en el borrador de recomendaciones publicado en septiembre fue que “las pruebas actuales son insuficientes para evaluar el equilibrio entre los beneficios y los perjuicios de las pruebas de ansiedad” para todos los adultos mayores. (Las recomendaciones definitivas se esperan para finales de este año).

El grupo de trabajo señaló que los cuestionarios que se usan para detectar la ansiedad pueden no ser fiables en los adultos mayores. El examen médico consiste en evaluar a personas que no presentan síntomas evidentes de trastornos médicos o psicológicos preocupantes.

“Reconocemos que muchos adultos mayores sufren trastornos mentales como la ansiedad y pedimos urgentemente más investigación”, dijo Lori Pbert, jefa asociada de la división de medicina preventiva y del comportamiento de la Facultad de Medicina Chan de la Universidad de Massachusetts y ex miembro del grupo de trabajo que colaboró en las recomendaciones sobre la ansiedad.

Esta postura de “aún no sabemos lo suficiente” no gusta a algunos expertos que estudian y tratan a adultos mayores con ansiedad.

La doctora Carmen Andreescu, profesora asociada de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, calificó de “desconcertante” el posicionamiento del grupo de trabajo porque “está bien establecido que la ansiedad no es inusual en los adultos mayores y que hay tratamientos eficaces”.

“No puedo pensar en ningún peligro en la identificación de la ansiedad en los adultos mayores, porque no implica ningún daño y podemos hacer cosas para reducirla”, dijo la doctora Helen Lavretsky, profesora de psicología en la UCLA.

En un editorial reciente de JAMA Psychiatry, Andreescu y Lavretsky señalaron que solo un tercio de los adultos mayores con trastorno de ansiedad generalizada (preocupación intensa y persistente por asuntos cotidianos) recibe tratamiento. Esto es preocupante dada la relación entre la ansiedad y los accidentes cerebrovasculares, la insuficiencia cardíaca, las enfermedades coronarias, las enfermedades autoinmunes y los trastornos neurodegenerativos como la demencia, indicaron.

Otras formas de ansiedad que no suelen detectarse ni tratarse en las personas mayores son las fobias (como el miedo a los perros), el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad social y el trastorno de estrés postraumático.

El desacuerdo sobre esta prueba pone el foco en la importancia de la ansiedad en la vejez, una preocupación que se acentuó durante la pandemia de covid-19.

Esto es lo que se debería saber.

La ansiedad es común. Según un libro publicado en 2020, escrito por Andreescu junto con un colega, hasta el 15% de las personas mayores de 65 que viven fuera de residencias u otros centros padece un trastorno de ansiedad diagnosticable.

Hasta la mitad tiene síntomas de ansiedad como irritabilidad, preocupación, disminución de la concentración, cambios en el sueño, fatiga, que pueden ser estresantes pero no justifican un diagnóstico, señala el estudio.

La mayoría de los adultos mayores con ansiedad han luchado contra este trastorno desde una etapa temprana de sus vidas, pero la forma en que se manifiesta puede cambiar con el tiempo.

En concreto, tienden a mostrarse más ansiosos ante situaciones como una enfermedad, la pérdida de familiares y amigos, la jubilación y el deterioro cognitivo, indicaron expertos. Solo una pequeña parte desarrolla ansiedad después de cumplir los 65 años.

La ansiedad puede ser difícil de identificar en los adultos mayores. Los adultos mayores a menudo minimizan los síntomas de ansiedad, al pensar que “así es envejecer” en lugar de “este es un problema sobre el que debería hacer algo”, dijo Andreescu.

Además, los mayores son más propensos que los jóvenes a manifestar quejas “somáticas” (síntomas físicos como mareos, fatiga, dolores de cabeza, dolor torácico y problemas gastrointestinales) que pueden ser difíciles de distinguir de enfermedades subyacentes, según Gretchen Brenes, profesora de gerontología y medicina geriátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad Wake Forest.

Algunos tipos de ansiedad o conductas ansiosas, en particular, como la acumulación de objetos y el miedo a las caídas, son mucho más frecuentes en los adultos mayores, pero los cuestionarios destinados a identificar la ansiedad no suelen preguntar sobre esto, afirmó el doctor Jordan Karp, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona en Tucson.

Cuando las personas mayores manifiestan sus preocupaciones, los médicos suelen considerarlas normales, dadas las dificultades que conlleva el envejecimiento, dijo el doctor Eric Lenze, jefe de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, y tercer autor del editorial de JAMA Psychiatry.

Lenze y otros expertos sugirieron que unas sencillas preguntas pueden ayudar a determinar si un adulto mayor necesita ser evaluado por ansiedad: ¿Tiene preocupaciones recurrentes difíciles de controlar? ¿Problemas para dormir? ¿Se siente más irritable, estresado o nervioso? ¿Tiene problemas de concentración?

Stephen Snyder, de 67 años, de Zelienople, Pennsylvania, diagnosticado con trastorno de ansiedad generalizada en marzo de 2019, respondería “sí” a muchas de ellas. “Tengo una personalidad tipo A y me preocupo mucho por muchas cosas: mi familia, mis finanzas, el futuro”, dijo. “Además, tiendo a darle vueltas a cosas del pasado y a agobiarme”.

Los tratamientos son eficaces. La psicoterapia, en particular la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a las personas a abordar los pensamientos negativos persistentes, suele considerarse la primera línea de tratamiento de la ansiedad en adultos mayores.

Lenze señaló que también se recomienda la terapia de relajación: ejercicios de respiración profunda, masajes o musicoterapia, yoga y relajación muscular progresiva.

Dado que los profesionales de salud mental, especialmente los especializados en salud mental de los mayores, son muy difíciles de encontrar, los médicos de atención primaria suelen recomendar medicamentos para aliviar la ansiedad. Dos categorías de fármacos que suelen recetar son los antidepresivos conocidos como ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina) e IRSN (inhibidores de la recaptación de serotonina-norepinefrina).

Las benzodiacepinas, una clase de medicamentos sedantes como Valium, Ativan, Xanax y Klonopin, se recetan con frecuencia a personas mayores, pero deben evitarse. La Sociedad Americana de Geriatría ha advertido a los proveedores médicos que no deben utilizarlos en adultos mayores, salvo cuando hayan fracasado otras terapias, porque crean adicción y aumentan significativamente el riesgo de fracturas de cadera, caídas y otros accidentes, y trastornos cognitivos a corto plazo.
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