El departamento de emergencias del Hospital San Leandro, en California, donde trabaja la enfermera Mawata Kamara, se cerró de urgencia cuando un visitante, preocupado por no poder ver a un paciente por las restricciones de covid-19, amenazó con volver con un arma.
No fue la primera vez que el departamento se enfrentó a una amenaza de arma de fuego durante la pandemia. A principios de año, un paciente psiquiátrico al que todos conocían se volvió cada vez más violento, gritando insultos raciales, escupiendo a los empleados y lanzando puñetazos antes de amenazar con dispararle a Kamara en la cara.
“La violencia siempre ha sido un problema”, dijo Kamara. “Esta pandemia realmente solo le puso una lupa”.
En los primeros días de la pandemia, las celebraciones nocturnas elogiaban la valentía de los trabajadores sanitarios de primera línea. Un año y medio después, esos mismos trabajadores dicen que están experimentando un aumento alarmante de la violencia en sus lugares de trabajo.
Una enfermera testificó ante un comité del Senado de Georgia en septiembre que un paciente la atacó tan severamente la primavera pasada que terminó en la sala de emergencias de su propio hospital.
En el Research Medical Center en Kansas City, en Missouri, la unidad de covid llamó a seguridad, contó la enfermera Jenn Caldwell, cuando un visitante gritó agresivamente al personal de enfermería sobre la condición de su esposa, que era una paciente.
En Missouri, las agresiones físicas contra las enfermeras se han triplicado, y llevó a Cox Medical Center Branson a colocar botones de pánico en las tarjetas de identificación de los empleados.
Los ejecutivos de los hospitales ya estaban en alerta por este fenómeno desde antes que estallara la pandemia. Pero dicen que las tensiones de covid han exacerbado el problema, lo que ha provocado un refuerzo de la seguridad, entrenamientos para lidiar con situaciones de violencia y pedidos de civilidad.
Y mientras muchos hospitales trabajan para abordar el problema por sí mismos, las enfermeras y otros trabajadores están impulsando una legislación federal para crear estándares aplicables en todo el país.
Paul Sarnese, ejecutivo de Virtua Health en Nueva Jersey y presidente de la Asociación Internacional para la Seguridad y Protección de la Atención Médica, dijo que muchos estudios muestran que los trabajadores de salud tienen muchas más probabilidades de ser víctimas de agresión agravada que los trabajadores de cualquier otra industria.
Datos federales muestran que los trabajadores de salud enfrentaron el 73% de todas las lesiones no fatales por violencia en el lugar de trabajo en los Estados Unidos en 2018. Es demasiado pronto para tener estadísticas completas de la pandemia.
Aun así, Michelle Wallace, directora de enfermería de Grady Health System en Georgia, dijo que la violencia probablemente sea aún mayor porque muchas víctimas de agresiones de pacientes no los denuncian.
“Nos decimos que esto es parte de nuestro trabajo”, dijo Wallace, quien aboga por más denuncias.
Caldwell dijo que había sido enfermera por menos de tres meses la primera vez que fue agredida en el trabajo: un paciente la escupió. En los cuatro años que pasaron desde entonces, estima que no han pasado más de tres meses sin que haya sido agredida verbal o físicamente.
“No diría que se espera, pero se acepta”, dijo Caldwell. “Tenemos muchas personas con problemas de salud mental que entran por nuestras puertas”.
Jackie Gatz, vicepresidente de seguridad y preparación de la Missouri Hospital Association, dijo que la falta de recursos de salud conductual puede estimular la violencia cuando los pacientes buscan tratamiento para problemas de salud mental y trastornos por uso de sustancias en las salas de emergencia.
La vida también puede derramarse dentro del hospital, con episodios violentos que comenzaron afuera y continuar adentro, o la presencia de agentes del orden aumentando las tensiones.
Un informe de febrero de 2021 de National Nurses United, el sindicato en el que tanto Kamara como Caldwell son representantes, ofrece otro factor posible: niveles de personal que no permiten a los trabajadores el tiempo suficiente para reconocer y aliviar situaciones posiblemente volátiles.
Las enfermeras de la unidad de covid también han asumido responsabilidades adicionales durante la pandemia. Otros miembros del personal del hospital suelen realizar tareas como alimentar a los pacientes, extraer sangre y limpiar las salas, pero las enfermeras han colaborado en esos trabajos para minimizar la cantidad de trabajadores que visitan las salas de presión negativa donde se tratan a los pacientes con covid.
Si bien la carga de trabajo ha aumentado, la cantidad de pacientes que supervisa cada enfermera no ha cambiado, lo que deja poco tiempo para escuchar las preocupaciones de los visitantes que temen por el bienestar de sus seres queridos, como el hombre que gritó agresivamente a las enfermeras en la unidad de Caldwell.
En septiembre, el 31% de las enfermeras hospitalarias encuestadas por ese sindicato dijeron que habían enfrentado violencia en el lugar de trabajo, frente al 22% de marzo.
El doctor Bryce Gartland, presidente del grupo de hospitales de Emory Healthcare, con sede en Atlanta, dijo que la violencia se intensificó a medida que avanzaba la pandemia, particularmente durante la última ola de infecciones, hospitalizaciones y muertes.
“Los trabajadores de atención médica de primera línea y los socorristas han estado en el campo de batalla durante 18 meses”, dijo Garland. “Están agotados”.
Al igual que el aumento de la violencia en los aviones, en los estadios deportivos y en las reuniones de la junta escolar, las crecientes tensiones dentro de los hospitales podrían ser un reflejo de las crecientes tensiones fuera.
William Mahoney, presidente del Cox Medical Center Branson, dijo que la ira política nacional se manifiesta a nivel local, especialmente cuando el personal pide a las personas que entran al hospital que se pongan una máscara.
Caldwell, la enfermera de Kansas City, dijo que la naturaleza física de las infecciones por covid puede contribuir a un aumento de la violencia. Los pacientes de la unidad de covid a menudo tienen niveles de oxígeno peligrosamente bajos.
“La gente tiene diferentes puntos de vista políticos, ya sea CNN o Fox News, y comienzan a gritarte”, dijo Mahoney.
“Cuando eso sucede, se vuelven confusos y también extremadamente combativos”, dijo Caldwell.
Sarnese dijo que la pandemia ha dado a los hospitales la oportunidad de revisar sus protocolos de seguridad. Limitar los puntos de entrada para permitir la detección de covid, por ejemplo, permite a los hospitales canalizar a los visitantes más allá de las cámaras de seguridad.
Research Medical Center recientemente contrató oficiales de seguridad adicionales y brindó capacitación para reducir la tensión para complementar su videovigilancia, dijo su vocera Christine Hamele.
En Branson, el hospital de Mahoney ha reforzado su personal de seguridad, ha montado cámaras alrededor de la instalación, ha traído perros (“la gente realmente no quiere golpearte cuando hay un pastor alemán en la entrada”) y ha llevado a cabo un entrenamiento de desescalamiento, además a los botones de pánico.
Algunos de esos esfuerzos son anteriores a la pandemia, pero la crisis de covid ha agregado urgencia en una industria que ya lucha por contratar empleados y mantener niveles adecuados de personal. “La pregunta número uno que nos empezaron a hacer es: ‘¿Me vas a mantener a salvo?’”, dijo Mahoney.
Si bien varios estados, incluido California, tienen reglas para abordar la violencia en los hospitales, National Nurses United está pidiendo que el Senado nacional apruebe la Ley de Prevención de la Violencia en el Lugar de Trabajo para los Trabajadores de Servicios Sociales y de Salud que requeriría que los hospitales adopten planes para prevenir la violencia.
“Con cualquier estándar, al final del día es necesario que se cumpla”, dijo la higienista industrial del sindicato, Rocelyn de Leon-Minch.
Las enfermeras en los estados con leyes vigentes aún enfrentan violencia, pero tienen un estándar al que pueden señalar cuando piden que se aborde esa violencia. De Leon-Minch dijo que el proyecto de ley federal, que fue aprobado por la Cámara en abril, tiene como objetivo extender esa protección a los trabajadores de la salud en todo el país.
Destiny, la enfermera que testificó en Georgia usando solo su nombre de pila, está presentando cargos contra la paciente que la atacó. El comité del Senado estatal ahora está considerando la legislación para el próximo año.
Kamara dijo que la violencia reciente ayudó a que su hospital brindara capacitación para reducirla, aunque no estuvo satisfecha con eso. La vocera del Hospital San Leandro, Victoria Balladares, dijo que el hospital no experimentó un aumento en la violencia en el lugar de trabajo durante la pandemia.
Para los trabajadores de la salud como Kamara, todo este antagonismo está muy lejos de los primeros días de la pandemia, cuando los trabajadores de los hospitales eran aclamados como héroes.
“No quiero ser una heroína”, dijo Kamara. “Quiero ser mamá y enfermera. Quiero que me consideren una persona que eligió una carrera que ama, y merece ir a trabajar y hacerlo en paz. Y no sentir que va a resultar lastimada”.
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Dr. David Lowemann, M.Sc, Ph.D., is a co-founder of the Institute for the Future of Human Potential, where he leads the charge in pioneering Self-Enhancement Science for the Success of Society. With a keen interest in exploring the untapped potential of the human mind, Dr. Lowemann has dedicated his career to pushing the boundaries of human capabilities and understanding.
Armed with a Master of Science degree and a Ph.D. in his field, Dr. Lowemann has consistently been at the forefront of research and innovation, delving into ways to optimize human performance, cognition, and overall well-being. His work at the Institute revolves around a profound commitment to harnessing cutting-edge science and technology to help individuals lead more fulfilling and intelligent lives.
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